Por primera vez desde el año 1994 (fecha de la última crisis), España tiene menos empleados hoy que 12 meses atrás. La tasa de paro del 11,33 %, publicada ayer por el INE, nos dice que el nº total de parados asciende ya en nuestro país a 2.598.800. Por sectores, el que peor lo lleva es la construcción, seguido por la industria y la agricultura; el que mejor va, como suele ocurrir habitualmente, es el sector servicios, el cuál no puede compensar (como ha ocurrido en otras ocasiones) la destrucción de empleo en el resto de los sectores.
Y la pregunta es: ¿cómo hemos pasado, en poco más de un año, de ser el país de la U.E. con tasas de crecimiento económico más altas a ser el país con mayor nº de desempleados?
Parece claro que la llamada "crisis financiera" mundial ha tenido que ver en ello, pero no es menos cierto que el estallido de la "burbuja inmobiliaria" española ha contribuido lo suyo. Y es que el crecimiento económico español parece demostrado que tenía unos cimientos débiles, volátiles y muy dados a la especulación: la excesiva construcción y la baja productividad de la mayoría de sectores. Si a todo esto añadimos la escalada de los precios del petróleo de los últimos años (aunque ahora esté bajando), el incremento de la demanda mundial (especialmente en energía) motivada por el desarrollo de los "países emergentes" y la llamada "crisis mundial de alimentos", tenemos todos los ingredientes para el cócktel que tenemos entre manos.