Con la que está cayendo parece oportuno recordar aquel dicho popular que invoca al "chocolate del loro" para hablar de un ahorro insignificante. La historia procede de un viejo chascarrillo sobre una señora de clase alta que acabó por encontrarse al borde de la ruina a causa de sus enormes gastos. Cuando la buena mujer tuvo que pasar la tijera a su presupuesto -continúa la leyenda-, no se le ocurrió otra cosa que privar a su loro de la porción de chocolate que le daba a diario, un gesto que, por muy simbólico de fin de la opulencia, era nimio y, desde luego, no le iba a librar de la bancarrota.
La cuestión es que hay detalles que, en los tiempos que corren, dicen mucho. Así, más allá del aspecto meramente cuantitativo (¡que también! porque recordemos que muchos "pocos" pueden hacer un "mucho"), parece razonable que a la hora de recortar gastos públicos se piense en esos gastos superfluos y prescindibles como: coches oficiales, algunos altos cargos y asesores, fusión de algunos ministerios y consejerías autonómicas, una rebaja en el sueldo de los políticos, bajar las subvenciones a los partidos, un impuesto especial a las grandes fortunas, algunas funciones y ayudas a nivel central y autonómico que se solapan, etc, etc.
En definitiva, que la suma de muchos chocolates del loro pueden significar algo más que simples ahorros cosméticos, ¿ o no?.
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